El pasado día tres de marzo realizamos una travesía que está siendo clásica ya en nuestro club. Partiendo de Montejaque, este pintoresco pueblo de la serranía malagueña, tomamos la calle de Líbar para enlazar con el sendero del Hacho Bajo. Una empinada cuesta nos llevó hasta las estribaciones de la sierra de Montalate; en este lugar paramos para tomar aliento y reagruparnos. Las vistas eran increíbles pues nos permitía ver el macizo de Líbar en todo su esplendor, desde donde paramos visualizábamos el camino que lleva a los llanos de Líbar y al fondo el Martín Gil, el Tunio y el Palo. El día, aunque frío, estaba despejado y permitía un agradable paseo. Una vez en el puerto de La Canta, continuamos por un pequeño tramo de olivar, que por cierto estaban desmontando, el majestuoso Hacho a nuestra derecha, nos ofrecía el vuelo de los buitres que anidan en él, pasado el olivar, llegamos al mirador Fuensanta, momento que aprovechamos para apreciar el macizo de la cueva de Hundidero, al fondo la espectacular villa de Ronda. Seguimos bajando por la pista sorteando alguna que otra angarilla que tuvimos que abrir y luego cerrar, como es preceptivo. La pista nos conduciría al embalse fallido de Montejaque, donde el pantano embalsaba el agua que el río desprendía en una corriente poco usual, las lluvias de los días anteriores habían producido un torrente que nunca habíamos visto en esta zona, poco tardaría esta en filtrase para salir por la cueva del Gato.
Ya en la pista, requerida parada en la Fuente Imbro camino del cortijo de los Calabazales, momento que algunos aprovecharon para comprar el magnífico queso que se elabora en este cortijo. Al salir del cortijo de los Calabazales, el camino poco a poco se iba convirtiendo en sendero hacia la ribera del Campobuche, acentuamos el paso para recuperar el tiempo perdido, aunque íbamos con tiempo suficiente para llegar a Los Alamillos. El río estaba espectacular, nunca antes había visto el Guadares con tanta agua, era una gozada ver su cauce. Con un ritmo constante llegamos al Puente de la Dehesa, de aspecto medieval, aunque su fecha de construcción a principios del siglo XX, fue originada por la supuesta crecida que tomaría el río al hacer la presa, lo cual nunca llegó a suceder, la foto de rigor y un picnic para retomar fuerzas y seguimos la ruta.
El sendero se estrechaba atravesando un alcornocal donde algunos ejemplares de este árbol, se encontraban secos y caídos al margen del camino, el agua corría a través de las correntías y manantiales ofreciéndonos un espectáculo maravilloso, mucho hacía que el agua no corría por la sierra de esta forma, siguiendo la margen del río entre árboles y retama, llegamos a la fuente de los Cucaderos, momento para la foto y reagruparnos de nuevo.
Seguimos nuestro camino para llegar a la parada habitual de avituallamiento, Laguna de Campobuche, parada obligada para reponer fuerzas y realizar un descanso, en este punto llevamos algo más de la mitad del recorrido y aún nos quedaban fuerzas para proseguir la ruta. Este momento es el que se aprovecha para charlar y comentar sobre el recorrido, compartir algunas viandas y algunas que otra risotada. Nos sorprendió que el río después del pequeño embalse, mantenía su cauce de lado a lado de la ribera durante gran parte de lo que quedaba de recorrido.
Sorteando pequeños charcos y el barro que nos encontramos a nuestro paso, nos encajamos en el puente sobre el arroyo Campobuche o Guadares, nuestra mirada se centra ahora en el macizo de Grazalema, con El Reloj y el Simancón al fondo, abajo el valle de las Ánimas presidido por el majestuoso Chaparro de las Ánimas, escasos cuatro kilómetros para acabar el recorrido, subimos por la cañada de las Diez Pilas y desde allí al cruce de los Alamillos, un café para calentarnos después del frio sufrido y llamada al autobús, que nos dejaría en de nuevo en nuestro punto de partida en Jerez.
Texto: José A. Sánchez Lozano, Yiyi.
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